Redacción. Madrid
Según diversos estudios, entre un 8 y un 39 por ciento de los niños que tienen TDAH presenta dislexia. El TDAH con prevalencia de déficit de atención es el que se asocia a la dislexia con más frecuencia. Entre un cinco y un ocho por ciento de los niños escolarizados en Educación Primaria y Secundaria presentan este trastorno neurológico, y se estima que entre un 10 y un 15 por ciento de la población total puede sufrir dislexia. “El impacto social que tiene que soportar una persona disléxica es muy grande. En niños y niñas estas dificultades pueden desencadenar trastornos emocionales como ansiedad, baja autoestima y fracaso escolar y en adultos no diagnosticados, les puede comprometer a reducir sus expectativas profesionales”, afirma Anna López, consultora del Máster de dificultades de aprendizaje y trastornos del lenguaje de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y médico especialista en dislexia del Hospital Sant Joan de Déu, de Barcelona.
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Detectar la dislexia no es fácil, por lo que Anna López propone algunos indicadores de progreso que los niños deben haber integrado y superado según su franja de edad y que podrían convertirse en signos de alerta:
De los cinco a los siete años: relacionar grafía y el sonido; conseguir identificar los sonidos que componen las palabras e identificarlos; reconocer palabras que empiezan con la misma letra (por ejemplo, mamá, mapa y mantel); leer y descifrar palabras sencillas aprendidas; aprender los días de la semana y los números del uno al diez; tener capacidad para rimar palabras (por ejemplo, gato y pato).
De los siete a los nueve años: mejorar la velocidad lectora; saberse las tablas de multiplicar; no cometer errores ortográficos naturales o básicos; construir discursos escritos bien estructurados; no utilizar con frecuencia “eso” o “esa cosa”, sino usar palabras específicas para referirse a objetos y cosas.
La especialista en trastornos del lenguaje afirma que para un correcto diagnóstico “se debe tener en cuenta el historial clínico, es decir, los antecedentes familiares; la motricidad del niño o niña; las relaciones sociales; la adquisición de hábitos y el uso del lenguaje. Asimismo, se debe estar alerta de los informes escolares y los avisos de los maestros, pues para los padres es difícil conocer el nivel académico de su hijo o hija, ya que no pueden compararlo con el grupo clase”.
Cómo ganar terreno a la dislexia
“Diferentes estudios han demostrado que la dislexia tiene un carácter hereditario; pese a ello, con una intervención adecuada se puede mejorar la velocidad lectora hasta niveles funcionales. La influencia de un ambiente adecuado y de un trabajo específico es capital para disminuir la incidencia de este trastorno”, afirma Llorenç Andreu, director del Máster de dificultades de aprendizaje y trastornos del lenguaje de la UOC.
Para este especialista, “la intervención debe ser lo más precoz posible y tiene que combinar un trabajo coordinado entre maestros, especialistas y padres”. Andreu recomienda centrarse en cinco ámbitos fundamentales: trabajar la conciencia fonológica, es decir, trabajar la relación entre sonidos y grafías con juegos como, por ejemplo, buscar palabras que empiecen, contengan o acaben en una letra determinada; trabajar la correspondencia grafema-fonema, es decir, el conocimiento del nombre y el sonido de cada letra; mejorar la velocidad lectora con ejercicios para la identificación rápida de palabras o la representación gráfica de letras y palabras; ayudarles a mejorar el ritmo de la lectura, darles pautas para estructurar un texto escrito o poner especial atención en los signos de puntuación; y enseñarles estrategias compensatorias, como proponerles técnicas de estudio con pautas como leer, subrayar, hacer esquemas, memorizar y repasar.
Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son buenas aliadas. Según Anna López, la introducción de las TIC en el mundo de la dislexia puede “ayudar a mejorar la vida de los disléxicos”. Por ejemplo, con el uso de la tecnologías como “los procesadores de voz, herramientas que pasan de las letras al sonido; el ordenador que lee el texto digital; aparatos de reconocimiento de voz que transcriben del sonido a la letra y los correctores ortográficos”.
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