Redacción. Madrid
Trabajar el control emocional es el mejor tratamiento para el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), “ya que no se trata de un problema de conocimiento sino de incapacidad para manejar las emociones”, según ha asegurado Russell Barkley, catedrático de Psiquiatría Clínica de la Universidad de Medicina de Carolina del Sur, quien ha subrayado que el TDAH “no es un mito”, dado que existen más de 15.000 estudios que demuestran su existencia. En una conferencia impartida durante la 11ª Jornada sobre TDAH de la Fundación Educación Activa, celebrada recientemente en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, ha insistido en que poner las emociones en el centro del TDAH ha ayudado “muchísimo” al conocimiento de esta patología.
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Barkley ha señalado que las personas que padecen este trastorno son muy emocionales y no saben gestionar sus emociones. Por ello, no se trata de un déficit de conocimiento sino de una incapacidad de rendimiento al no saber aplicar el conocimiento que se posee en el momento idóneo. El especialista ha insistido en que “el conocimiento está ahí, pero estas personas no pueden desplegarlo en la vida diaria”. “Comprender esto es tremendamente importante porque altera el panorama del tratamiento”, ha asegurado.
Aunque en casi todas las especies las emociones son la primera forma de comunicación, en los humanos existe lo que se denomina el autocontrol emocional, un rasgo que los pacientes con TDAH no tienen ya que son muy impulsivos desde el punto de vista emocional. “Sus emociones se ven en la piel y si se tienen tres años no pasa nada, pero si se tienen treinta es devastador, ya que se puede llegar a perder el trabajo, las amistades o acabar con el matrimonio”. En su exposición, Barkley ha señalado que estas personas “no pueden contar hasta diez” y ha insistido en la importancia de controlar las emociones. De lo contrario, pueden acabar padeciendo “trastornos negativistas desafiantes”, que provocan conflictos en la interacción con los demás y estados de ánimo como frustración o agresividad.
Otra de las ventajas de controlar las emociones es la automotivación, que permite que podamos lograr nuestros objetivos. El TDAH “es un trastorno de déficit de motivación”, un aspecto sobre el que hay que trabajar, ha asegurado. “El déficit de atención no es estupidez ni es falta conocimiento, es un trastorno del rendimiento”, ha señalado Barkley. Las personas con TDAH presentan incapacidad de prepararse para el futuro. “Tienen problemas con el futuro, de organizarse en el tiempo”. Así, una vez que se han distraído, tienen dificultades para comprometerse con las tareas que han dejado incompletas. Saltan de una tarea incompleta a otra, lo que se traduce en hiperactividad.
Las personas con este trastorno son “desinhibidos en todos los campos” y eso les lleva a tomar decisiones “demasiado rápido”. Optan por lo inmediato, sin sopesar las repercusiones, y no valoran las acciones a largo plazo. Según Barkley, el papel de la educación (padres y maestros) en este trastorno es muy importante.
Según el especialista, en el tratamiento del TDAH la medicación no es suficiente; son necesarias intervenciones sociales. Cuando se les explica a los padres que el TDAH “es la diabetes de la Psiquiatría”, empiezan a entender este trastorno, ya que, aunque no se cura, se puede tratar para reducir el daño secundario que se produciría en caso de no actuar. “Es un tratamiento día a día, que durará siempre que el riesgo siga existiendo”, ha advertido.
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