Redacción. Madrid
La sintomatología de inatención e hiperactividad influye negativamente en la conducta social de niños con TDAH. Las deficiencias en la comprensión de indicadores o señales claves para el correcto desarrollo de las interacciones sociales unidas a la excesiva impulsividad que experimentan contribuyen al rechazo por parte del grupo de iguales. Entre un 50 y un 70 por ciento de niños con TDAH presentan dificultades en la relación social con sus compañeros, y los problemas sociales incrementan el riesgo de sufrir alteraciones emocionales y conductuales a lo largo del ciclo vital.
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Especialistas de los departamentos de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Valencia y de la Universidad Católica de Valencia han presentado un trabajo durante el XVIII Congreso sobre Trastornos del Neurodesarrollo, celebrado recientemente en la capital valenciana, que revisa los estudios que han abordado la influencia de las habilidades cognitivas y afectivas implicadas en la adaptación social de los niños con TDAH, desde la perspectiva de un modelo integrador que incluye el funcionamiento ejecutivo, las habilidades mentalistas y el lenguaje pragmático.
“Recientes investigaciones profundizan en el papel que desempeñan los componentes de las funciones ejecutivas y la cognición social en el TDAH. La mayoría indica una posible asociación entre las deficiencias en el funcionamiento ejecutivo y los problemas sociales, destacando el papel que desempeñan los déficits en atención, inhibición, planificación, memoria de trabajo y flexibilidad cognitiva”, explican los psicólogos.
Los hallazgos son contradictorios en relación a las habilidades mentalistas: “Algunos estudios han evidenciado problemas en la representación de estados mentales de otras personas en niños con TDAH y dificultades en tareas de identificación de emociones faciales, así como fallos en la ejecución de tareas de teoría de la mente de segundo orden, mientras que otros trabajos no evidencian problemas en los participantes con TDAH en este tipo de pruebas. La disparidad puede deberse en parte a la diversidad de las tareas de teoría de la mente utilizadas. De hecho, aunque los niños con TDAH superen tareas mentalistas o tareas similares de reconocimiento de emociones, fracasan en la generalización de esa competencia en contextos de la vida diaria, al requerir habilidades más complejas, lo que significa que existe un déficit procedimental y no tanto conceptual”, indican.
Por otra parte, las investigaciones que han abordado la relación entre el lenguaje pragmático y la adaptación social de niños con TDAH demuestran el papel de mediación que desempeñan las habilidades pragmáticas en la competencia social. “Las alteraciones pragmáticas presentes en niños con TDAH como habla excesiva, dificultad a la hora de esperar el turno en la conversación o falta de coherencia en el discurso, entre otras, explican, al menos en parte, la disfunción social asociada al trastorno”, señalan.
“En general, la literatura respalda la influencia del funcionamiento ejecutivo, las habilidades mentalistas y pragmáticas en la adaptación social de los niños con TDAH, aunque los hallazgos divergentes plantean la necesidad de profundizar en la especificación y relación de los diferentes planos de funcionamiento implicados, ya que los problemas en tareas mentalistas y pragmáticas pueden deberse a dificultades procedimentales. Las investigaciones futuras habrán de considerar más variables capaces de influir en la adaptación social de los niños con TDAH, como los déficits en la regulación emocional”, detallan los especialistas. Concretamente, la labilidad emocional se considera un componente mediador en la relación entre el TDAH y las relaciones sociales, teniendo mayor poder de predicción en los problemas de comportamiento y de relación con iguales que los síntomas nucleares del trastorno.
Los psicólogos consideran que las intervenciones para niños con TDAH y problemas en las habilidades sociales deberían orientarse hacia el diseño de programas que promovieran el entrenamiento en diferentes componentes ejecutivos (inhibición, memoria de trabajo, planificación, flexibilidad y atención) con el fin de incrementar comportamientos socialmente deseables, a través de actividades de cognición social, como leer las claves sutiles en la interacción social, la utilización adecuada del tiempo y de las pausas y de su intensidad, aprender a esperar el turno, saber cómo iniciar el tópico y mantenerlo y cuándo debe cambiarse el tema de una conversación, o ser capaz de reconocer las expresiones emocionales de otras personas.
Asimismo, los programas diseñados para incrementar la interacción social deberían contar con la participación del niño en múltiples contextos con el fin de generalizar comportamientos sociales más adaptativos e involucrar a otras figuras, como el profesor y los compañeros.
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